20 de septiembre de 2022

La producción de café en las comunidades indígenas de América Latina

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Aunque por años las comunidades indígenas han tenido un papel antagónico en la industria cafetera, el grano ha sido uno de los productos agrícolas que ha ayudado a que estos pueblos originarios salgan del anonimato y tengan su representación en el mercado

Hoy, más que nunca, es relevante la labor de los indígenas en la industria del café. Sus prácticas y cosmovisión están estrechamente ligadas a la conservación de los recursos, la protección de los territorios y la sostenibilidad. Un legado histórico que será esencial para hacer frente a los retos que tiene el sector en materia ambiental y alimentaria.

Para saber más sobre la producción de café en los pueblos indígenas y su importante participación en la cadena de valor, hablé con varios productores de café y líderes indígenas de la región. Continúa leyendo para descubrir lo que me dijeron. 

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Producción de café en comunidades indígenas

El café, sinónimo de progreso para los territorios

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los pueblos indígenas integran solo el 5 % de la población mundial; sin embargo, administran el 22 % de las tierras en el mundo y son los guardianes del 80 % de la biodiversidad del planeta.

América Latina alberga al menos 522 pueblos indígenas que van desde la Patagonia hasta el norte de México, pasando por la Amazonía, los Andes, el Caribe Continental, la Baja Centroamérica y Mesoamérica.  

Estas cifras dejan ver la relevancia de estas comunidades en la protección de los recursos naturales y la agricultura; no obstante, históricamente, han estado expuestas a dinámicas de colonización, explotación, discriminación, exclusión y violación de sus derechos, amenazando su supervivencia e identidad cultural. 

En algunos países latinoamericanos, la mano de obra indígena inicialmente fue explotada en trabajos relacionados con empresas extractivistas y los colonos exigían servicios obligatorios a los indígenas residentes en las haciendas. 

La producción de café también estuvo vinculada a esta problemática. Las etnias llegaron a ser expulsadas ​​de sus países de origen hacia otras zonas donde la producción del grano era más próspera y rentable para los terratenientes y colonos. 

A pesar de este lastre histórico, un gran porcentaje de estas poblaciones continúan dedicándose a la caficultura, que representa un músculo financiero para la subsistencia de las familias. 

Lisardo Domico Yagarí es miembro del Resguardo índígena Hermeregildo Chakiama y director de DAIKAPE, de la etnia Emberá Chamí (gente de montaña) ubicada en el departamento de Antioquia, Colombia. De acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, de los 115 pueblos indígenas que existen en Colombia, el Embera Chamí es el quinto más grande con 77 714 habitantes. 

Lisardo cuenta que las primeras familias de su comunidad llegaron de los departamentos de Risaralda y Chocó y se asentaron en Antioquia, el segundo departamento con mayor producción del grano en Colombia, donde hallaron cultivos. “Nosotros hemos sido productores de café desde hace más de 40 años. Desde que nosotros llegamos por primera vez a este territorio, nuestros ancestros, antepasados, abuelos ya tenían su café de semilla tradicional, pero hoy esas semillas ya no existen y nos ha tocado tecnificar para poder comercializar y sobrevivir como productores indígenas”.

“Tenían diferentes maneras y formas de sembrar. Tenían diferentes variedades de café que ya hoy no existen entonces, a partir de allí, nuestros padres nos enseñaron lo qué es sembrar y valorar el café. Pensamos desde el primer momento que era una de las principales bases económicas que sostenían en ese momento a la región”, agrega Lisardo. 

Actualmente, la producción de café es una de las principales actividades económicas en su territorio y se ha fortalecido a través de la creación de tres asociaciones productoras: Chakaima kape (comunitaria), Dai Kape y Jibuso Kape (ambas familiares). Así, han logrado abrir su mercado al mundo.  

En este sentido, el café es sinónimo de progreso y sustento para estos colectivos porque ha contribuido al mejoramiento de vida de las familias, la soberanía alimentaria, es una fuente de empleo, reduce el impacto migratorio, articula la economía local y promueve la agricultura familiar. 

Productor de café en Colombia

¿En qué se diferencian de otros caficultores?

A diferencia de otros productores tradicionales, el modelo de producción de los pueblos indígenas generalmente está basado en la visión de sus antepasados y la cosmogonía (las ideas sobre el universo, los ciclos lunares, la naturaleza y los seres humanos) adaptada por cada etnia. En consecuencia, su café gusta mucho por las características culturales propias de cultivo y secado.

Para ellos, el concepto de la tierra es menos capitalista y occidental. Este recurso toma un sentido más holístico (flora, fauna y recursos están conectados), es su hogar, fuente de vida, un regalo de sus dioses y que no solo debe reducirse a una extensión de territorio para ser explotado sino que tiene una connotación cultural y espiritual. 

Augusto Eduardo Salazar es el presidente de la Asociación de Producción Agropecuaria Waylla Kuri Oro Verde del Pueblo Viejo (ASOPROAKURI) en la Amazonía ecuatoriana. Él cuenta que otros caficultores normalmente implementan monocultivos mientras que ellos producen el grano bajo un sistema agroforestal conocido como Chakra, que tiene una connotación espiritual y ancestral. “Ahí está el conocimiento, las plantas medicinales, los árboles frutales y el cultivo que predomina es el café, como producto comercial”, afirma.  

Un mensaje que viaja en toda la cadena de valor 

Las historias y las culturas de los indígenas constituyen una herencia única que se transmite en todo su modelo, desde la producción hasta la comercialización, y que marcan la diferencia con el de otras comunidades agrícolas tradicionales.

Desde que el café se convirtió en un producto agrícola comercializable, los caficultores han visto en el grano una fuente de ingresos y desarrollo social. En los pueblos originarios el fruto representa un vehículo para conectar con la “madre tierra” y compartir un mensaje universal en toda la cadena de suministro. 

Jorge Edgard Paéz es director comercial de Anei, una organización conformada por 700 productores de café pertenecientes a cuatro comunidades indígenas (Arhuacos, Koguis, Kankuamos y Wiwas) y campesinos de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá en Colombia. Él cuenta que desde la semilla hasta la taza viaja una intención en la que va intrínseco el legado espiritual, los principios y valores de cada comunidad.

Aurora Izquierdo, fundadora de la marca Anei y una de las primeras mujeres indígenas de la Sierra que se graduó de una carrera profesional, señala que el sistema de producción arhuaco tiene el propósito de demostrarle a los demás actores de la cadena que las actividades económicas se pueden realizar en armonía con la naturaleza.

Catación de café

Romper barreras para comercializar

Tradicionalmente, los pueblos indígenas producían café comercial que era vendido a través de las cooperativas o intermediarios que se encargaban de exportar el grano; sin embargo, las nuevas dinámicas del mercado y las exigencias del consumidor impulsaron la producción y comercialización de un grano especial, que ha representado un mejor precio y un mayor bienestar para las familias pero, a su vez, han sugerido cambios de paradigmas en las tribus. 

Históricamente, estos pueblos se han caracterizado por ser herméticos y marcar una frontera con los occidentales. El mercado del café desafía estas barreras porque el diálogo y el contacto con los demás actores de la cadena de valor son cruciales. 

Así, ante el auge de las visitas al origen, los pueblos han empezado a abrir las puertas de sus territorios para visibilizar sus esfuerzos y fortalecer las relaciones comerciales. Además, ha despertado un interés por escribir una historia que respalde su producto desde sus experiencias, sabiduría y cosmovisión de sus antepasados. 

Por ejemplo, Aurora tiene preparado un guión basado en su historia, desde que ingresó a la Universidad y retornó a su tierra para crear la empresa en la que combinó los conocimientos académicos con los ancestrales. 

Productores de café de pueblo indígena

La trazabilidad y la sostenibilidad, el valor agregado

Aunque la cultura, las costumbres y los dioses a los que rinden tributo varían en cada región, las comunidades comparten un mismo vínculo con la tierra y tienen un único propósito: la conservación y protección de los recursos naturales.

La filosofía conservacionista de los grupos étnicos, que ha resistido al tiempo y a las dinámicas capitalistas, hoy cobra vigencia y se constituye como un valor agregado para conquistar los mercados modernos. 

Jorge dice que el auge del café orgánico, trazable, libre de deforestación y amigable con el medioambiente, del que ellos son embajadores por excelencia, les ha dado ciertas ventajas en países importadores, que se inclinan por un producto sostenible, transparente y de buena calidad. 

Aurora agrega que Anei se preocupa por invertir en las regiones, en el beneficio y lucha por la permanencia cultural, empoderando a las nuevas generaciones, capacitando a los productores y trabajando arduamente en comunidad. 

Estas acciones, también, son un atractivo para los compradores y consumidores que hoy demuestran un mayor interés por conocer el origen y el impacto del café que sirven en sus tazas. 

Nichos de mercado

Con el paso del tiempo, la demanda mundial hacia un café sostenible y de buena calidad ha venido escalando. Los mercados de Europa, Asia y Estados Unidos están mostrando un interés por reducir su huella ambiental a través de un consumo responsable. Este auge ha representado una oportunidad para los productores indígenas.

Jorge señala que en los países europeos y de Oceanía su café ha tenido una rápida aceptación debido a que estas naciones “han comenzado un poco más temprano a hacer esta reflexión del consumo responsable”. 

“Nuestro mercado más grande es Estados Unidos, dado el volumen de café que se consume, pero en el valor agregado en Oceanía es donde los cafés están mejor comprados, la gente está dispuesta a pagar un mejor precio”. 

Según investigaciones, los consumidores menores de 55 años, como los millennials y la Generación Z, están más interesados en comprar productos orgánicos porque los asocian con alimentos más saludables. Jorge concuerda con estos datos y señala que los clientes con edades que oscilan entre los 25 y 40 años representan un gran porcentaje en la demanda por el café orgánico que se cultiva en la Sierra Nevada de Santa Marta. 

Capacitación de comunidades

El café es una muestra de la resistencia y la capacidad de adaptación de las comunidades indígenas. En la cadena de valor, hay mucho por aprender de ellas y se pueden tomar como ejemplo para responder a las nuevas realidades, tanto del mercado como del planeta. 

Implementar un modelo de producción que se enfoque en la sostenibilidad y al mismo tiempo en la calidad será la clave para sobresalir en la industria, por eso, el trabajo de las comunidades indígenas tiene mucho potencial. Posiblemente, a corto plazo, veremos cómo el café que producen será cada vez más solicitado por los consumidores. 

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Créditos de las fotos: Café Anei, Café Daikape. 

PDG Español

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