¿Por qué los productores de café utilizaban su propia moneda en el siglo XIX?
En los últimos años, hemos visto muchos debates sobre la “tokenización” del café mediante la tecnología blockchain. Esto supondría el uso de tokens de café (con un valor por cierta cantidad de café verde), que podrían comercializarse fácilmente a nivel internacional sin la regulación del mercado o la interferencia de los gobiernos.
Lo que puede sorprender es que no sea la primera vez que surge el concepto de “tokens de café” en el sector. A mediados del siglo XIX, los trabajadores y propietarios de fincas cafetaleras utilizaban algo llamado “fichas de finca” como forma de moneda. ¿Cuál era su finalidad? ¿Para qué se utilizaban? Continúa leyendo para averiguarlo.
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¿Qué son las fichas de finca?
Las fichas de finca se utilizaron ampliamente en haciendas cafetaleras de América Latina, durante la primera época poscolonial, como forma de pago para los trabajadores pero, ¿por qué surgieron para el café? ¿Fue una forma de aumentar los ingresos y mantener a los trabajadores atados a un lugar o fue una forma útil de ganar algo con lo que pudieran comerciar?
Mauricio Salaverría es un productor de café en El Salvador con una amplia colección de fichas de café.
“En aquel entonces, la mayoría de caficultores que iniciaron la industria de café en El Salvador eran buenas personas”, dice Mauricio. “Muchos de ellos trataban muy bien a los trabajadores aunque algunos abusaban de su posición, como en cualquier industria”.
En el papel, hay una clara ventaja económica de pagar a las personas por los bienes y servicios con una moneda que tú controlas y fábricas; sin embargo, existe el contraargumento de que en estas fincas no había ninguna alternativa real. Veamos cómo funcionaban.

Una visión general del sistema de haciendas
Las haciendas eran grandes operaciones agrícolas, con raíces coloniales, que existieron hasta mediados del siglo XX. El sistema continuó aún después del gobierno colonial formal, produciendo principalmente cultivos comerciales para la exportación, a menudo a cambio de productos manufacturados provenientes del extranjero.
Existen críticas válidas a este sistema, derivadas principalmente de su relación con el colonialismo. Diferentes formas de coerción (como las leyes sobre la vagancia) motivaron el trabajo en las haciendas y desarticularon comunidades existentes, obligándolas a reubicarse permanentemente.
Aunque cada hacienda funcionaba de forma diferente, muchas empleaban a un gran número de personas que a menudo vivían en la propiedad con sus familias, a veces durante varias generaciones. Dado que la integración económica era limitada en aquella época y el transporte no estaba muy extendido, tenían que ser autosuficientes.
Por lo tanto, las haciendas y sus trabajadores fabricaban, proporcionaban o traían todo lo que se podía necesitar, lo que significaba que no había razón para salir. De hecho, existían como civilizaciones autónomas.
Para dirigir los sistemas económicos de cada hacienda, los propietarios fabricaban fichas de finca y las acuñaban con los signos de su elección. Con ellas les pagaban a los trabajadores.

¿Por qué no usar dinero normal?
El sistema se justificaba con la idea de que la moneda nacional era escasa.
En muchas de las nuevas naciones donde se utilizaban fichas de finca, los gobiernos estaban empezando a formar sus sistemas monetarios y bancos centrales.
“Las fichas agrícolas se utilizaban en esta época porque no había dinero fraccionario”, explica Mauricio. Él dice que, incluso, cuando había moneda disponible, a menudo eran denominaciones demasiado grandes para ser utilizadas como pago por un solo día de trabajo. En ese entonces los salarios se pagaban, normalmente, por día.
¿Para qué se utilizaban?
Mauricio dice que en Centroamérica las fichas de finca se utilizaban generalmente dentro de la misma hacienda, en una tienda o centro de abastecimiento del lugar.
“La forma como normalmente funcionaba era que te pagaban en fichas y las gastabas en la tienda de la finca”, dice.
Aunque esto parece injusto y no sería aceptable hoy en día, la situación era diferente en el siglo XIX. Los trabajadores vivían en la finca donde trabajaban y el empleador podía proporcionarles todo lo que necesitaban. Además, no había ningún otro lugar cercano donde gastar cualquier otra moneda, aunque la tuvieran.
En algunos casos, las haciendas tenían acuerdos con otros comerciantes que aceptaban las fichas de finca como pago. Esto se basaba en la confianza que tenían en la capacidad y voluntad del propietario de canjearlas por moneda o algún otro depósito de valor.

¿Cómo se determinaba el valor?
Si la moneda no tiene un valor inherente (lo que significa que no satisface una necesidad o sirve a un propósito por sí misma) su valor debe establecerse en términos de algo más.
En la actualidad, muchas monedas nacionales permiten que su valor “flote” o se determine por la oferta y la demanda; sin embargo, esto no era práctico en una economía cerrada en la que el emisor también fijaba los precios de aquello que los trabajadores podían comprar con las fichas.
A veces, el valor de una ficha se fijaba en función del trabajo necesario para obtenerla (por ejemplo, la recolección de café). Una ficha podía significar el pago, por ejemplo, por recoger un saco de cerezas de café.
El pago de otras tareas como, el rastrillado, la limpieza, etc., podía establecerse en función del tiempo o el esfuerzo equivalente a la recogida de café.
Por supuesto, esto no dice nada sobre lo que un trabajador podía comprar con las fichas o cómo se comparaba su salario con el de otros trabajos pagados en moneda nacional, si es que existía.
Otras veces, el valor de una ficha estaba vinculado al valor de algo que se podía comprar con ella, como una comida o una botella de cerveza.
En la estructura más rígida, que dejaba al hacendado la menor flexibilidad para manipular el poder adquisitivo de los trabajadores, el valor de las fichas correspondía directamente a las denominaciones de la moneda nacional (normalmente una fracción de la denominación más pequeña).
En estos casos, una ficha de finca era básicamente un derivado financiero transferible: algo con un valor entendido en términos del valor de otra cosa. Cuando se aceptaban fuera de la propiedad, eran incluso transferibles.

¿Cuáles eran las ventajas del sistema?
El sistema de fichas pudo haber tenido ventajas para los emisores (los hacendados) y para los trabajadores. Por eso, no era intrínsecamente manipulador o malicioso; sin embargo, hay pocas dudas de que el sistema era más ventajoso para los propietarios que para los trabajadores.
Era práctico para los trabajadores porque podían cobrar diariamente gracias a las pequeñas denominaciones. Los propietarios, también, podían pagar diariamente, lo que era habitual en la época pero ¿había otras ventajas?
Pagos sin balance
Una clara ventaja para los propietarios era que, básicamente, podían pagar los salarios sin tener dinero. Pagar en fichas es como dar a los trabajadores un “pagaré” y solo entregar algo de valor cuando se transfiere la ficha.
Si los trabajadores mantuvieran sus ahorros de toda la vida en fichas, los propietarios podrían, en teoría, recibir trabajo sin entregar otro recurso durante décadas porque los trabajadores tendrían que permanecer en la hacienda para canjearlos.
Incluso si las fichas se cambiaban a un tipo de cambio fijo, por una forma de moneda más utilizada, permitían a los emisores pedir préstamos a sus trabajadores aumentando temporalmente la oferta en la economía de las haciendas.
Doble margen de beneficio
Si las fichas solo se utilizaban dentro de la propiedad, en la tienda de la hacienda, y los propietarios fijaban sus precios, podían controlar el poder adquisitivo de los trabajadores.
Si los productos que se vendían eran adquiridos por los propietarios a precios de mayorista y vendidos al valor de mercado, la hacienda obtenía dos márgenes de ganancia. Un margen cuando pagaban a los trabajadores para que realizaran un trabajo que producía algo que ellos vendían y obtenían ganancias. Otro, cuando el trabajador compraba algo que el hacendado había comprado por un monto menor y que equivalía al trabajo que significaba ganar una ficha.
Que consiguieran o no este segundo margen de beneficio dependía de la tienda de la hacienda. Si vendían todos los productos a costo, esto maximizaba el poder adquisitivo de los salarios que pagaban. Por el contrario, si inflaban los precios, se reduciría el costo de los salarios y el poder adquisitivo de los trabajadores.
Esto era especialmente fácil cuando el valor nominal de las fichas representaba solo el trabajo necesario para ganar una, no lo que se podía comprar con ella.
Retener a los trabajadores en las fincas
Mauricio dice que “los trabajadores eran libres de moverse entre las fincas”, pero señala que “era difícil (y poco común) porque no había transporte disponible en ese momento”.
Las fichas de café estaban acuñadas y, como tales, a menudo solo podían utilizarse en la hacienda donde se emitían. Esto significaba que los salarios y ahorros de un trabajador solo tenían valor allí y que no tenían forma de adquirir otra moneda con valor en otro lugar. Por lo tanto, es poco probable que tuvieran un incentivo o la capacidad de marcharse si lo deseaban.
Haya sido intencional o no, pagar los salarios en fichas era una excelente manera de retener a los trabajadores.
Impulsando la economía local
En los casos en los que las fichas pudieran gastarse fuera de la hacienda, el sistema de fichas garantizaba, efectivamente, un apoyo a los negocios locales.
Dado que las fichas solo se reconocían a nivel local, su valor permanecía en la comunidad cuando se gastaba en los negocios locales pero si solo se podían gastar en la hacienda, solo se devolvía el valor a los propietarios.

En resumen, el sistema de fichas puede haber sido la única opción razonable en el momento en que se implementó. Como monopolio del intercambio monetario y forma de controlar lo que los trabajadores pudieran comprar con sus salarios, sin duda, reforzó la dependencia estructural de los trabajadores respecto a los hacendados.
Esta distribución estructural del poder fue creada para ser la solución simple a un problema: la falta de dinero disponible; sin embargo, los cambios estructurales, aparentemente insignificantes, que tienen consecuencias masivas son comunes a lo largo de la historia de la industria del café. Aunque estos cambios sistémicos se realizan en nombre de la eficiencia para todos, pueden acabar ayudando a algunos mucho más que a otros.
Sin importar lo que se piense de este modelo, el sistema de fichas creó una estructura de poder subyacente en las haciendas donde se implementó. Aunque ofrecía un sistema práctico y ventajoso para algunos, también, creaba un sistema de dependencia hacia los hacendados y el potencial de extracción o manipulación en el futuro. Como dice Mauricio, “toda moneda tiene dos caras”.
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Crédito de las fotos: Mauricio Salaverría.
Traducido por Tati Calderón. Traducción editada por Alejandra Soto.
PDG Español
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