Programas de recolectores: en qué consisten y cuál es su aporte
Los trabajadores de las fincas conforman el primer y más importante eslabón de la cadena de valor del café; sin embargo, también son considerados como los más vulnerables en el sector.
Históricamente, los recolectores temporales (también denominados corteros o cortadores en Latinoamérica) y los empleados agrícolas que trabajan en las fincas han estado sujetos a dinámicas de explotación y a condiciones precarias. En consecuencia, no tienen las mismas garantías que los trabajadores de otros sectores económicos.
Para reducir estas brechas de desigualdad, que afectan la competitividad de los países productores y amenazan la sostenibilidad de la industria cafetera, empresas y organizaciones del sector han implementado proyectos y programas que vinculan a los recolectores a sistemas educativos, sociales, económicos, de salud y de seguridad laboral.
Para saber en qué consisten estos programas y cuál es su impacto en la industria, hablé con tres personas que lideran iniciativas en regiones productoras de café. Continúa leyendo y conoce lo que me dijeron.
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Cada vez hay menos manos para recolectar
Durante las temporadas de recolección, el productor y el cortador reúnen sus esfuerzos para producir el café que abastecerá a toda la cadena; no obstante, con el paso de los años esta relación corre más riesgos de desaparecer, producto del déficit de mano de obra que se está presentando en las zonas rurales.
Carlos Augusto Rodríguez es un pequeño productor de café en el norte de Huila, Colombia, y actualmente dirige la fundación Manos al Grano de la compañía Azahar Coffee, una exportadora de café especial. Desde el 2021, la empresa y la fundación lideran un proyecto que busca formalizar a los recolectores.
Él cuenta que en los últimos años se ha presentado un fenómeno migratorio interno porque las personas, sobre todo la población joven, están abandonando el campo en busca de mejores oportunidades laborales o para acceder al sistema educativo que ofrecen las grandes urbes.
Paralelamente, los trabajadores más experimentados y que llevan años al servicio de la recolección, y otros oficios de las fincas, están envejeciendo y perdiendo su fuerza de trabajo. Incluso, algunos han adquirido tierras y se han convertido en pequeños empresarios del café.
“A medida que pasa el tiempo, lo que uno observa en el tema de la recolección, específicamente, es que la población naciente no es tan amplía como sucedía 20 y 30 años atrás. Entonces, va escaseando ese personal tan importante en el sector cafetero”, agrega Carlos.
Andrés Montenegro es director de programa en Verité, una ONG con sede en Massachusetts, y dirige la iniciativa Cooperation on Fair Free and Equitable Employment Project.
Él explica que la falta de capital humano en el campo es una tendencia que está asociada a la baja rentabilidad del negocio del café y a la poca capacidad adquisitiva que tiene el productor para brindar mejores salarios a sus trabajadores.
Recordemos que entre el 70 y 80 % de la producción del café del mundo está en manos de productores de pequeña escala que están vinculados a una economía de subsistencia y con un índice alto de necesidades insatisfechas. A esto se suma que la mano de obra representa entre el 40 y 60 % de todos los costos de producción.
Estas condiciones, en parte, favorecen los procesos de migración que se están generando en el campo, el desinterés de la población rural por trabajar en la caficultura y, en los peores escenarios, estimula la contratación de mano de obra barata y el trabajo infantil.
Por otra parte, estos trabajadores, en ocasiones, nunca han estado vinculados a trabajos del campo, como la recolección. La falta de experiencia y educación cada vez se vuelve más relevante y preocupante, sobre todo para los caficultores que producen café especial, con puntajes de cata elevados, porque una mala recolección puede disminuir la calidad del grano.

¿Por qué nacen los programas de recolectores?
Para que el café llegue al consumidor final, primero, un recolector debió trabajar arduamente y exponerse a las condiciones climáticas y topográficas de los cafetales, que normalmente son peligrosas.
Esta situación se vuelve alarmante cuando algunos recolectores, también, tienen que soportar maltratos por parte de los administradores, inestabilidad económica, alteración de las básculas, mala alimentación y bajas condiciones de alojamiento.
En años anteriores, un comprador podría ignorar esta información y continuar consumiendo café. Actualmente, la llegada de la tercera ola en la industria, constituyó el antecedente de un nuevo concepto: el café sustentable, que ha puesto en relieve la problemática.
Este movimiento social, que busca una comercialización de café más justa, humana, equitativa y que promueva prácticas éticas y medioambientales, ha presionado a exportadores, compradores y tostadores para que implementen proyectos en el origen con el fin de mejorar las condiciones de vida de estos actores primarios de la cadena.
“Creo que poco a poco se empieza a tener más conciencia porque también empiezan a sonar todos estos conceptos de esclavitud moderna, de casos de trabajo infantil en fincas de café que empiezan a ser documentados en reportajes en televisión, en fincas que son certificadas”. dice Andrés.

¿Cómo operan estos programas?
Los programas para recolectores o trabajadores de finca pueden tener distintos enfoques: de asistencia técnica, mejora de capacidades, de prevención de abusos laborales y condiciones dignas de trabajo, formalización o de seguridad y riesgos laborales.
Estos programas suelen ser impulsados por las empresas de café, organizaciones gubernamentales, instituciones, ONG u otro tipo de instituciones sin ánimo de lucro, que entran en diálogo con las comunidades cafetaleras.
Azahar Coffee, en alianza con la fundación Manos al Grano, por medio de la iniciativa “humanizar la recolección”, contrataron con todas las garantías de ley que exige la normativa colombiana a 17 cortadores que trabajan en cuatro fincas de Huila. Esto significa que los trabajadores tienen acceso a un salario mínimo mensual y que están vinculados a un sistema de salud y seguridad laboral.
Por su parte, Verité, desde hace un par de años, adelanta investigaciones y estudios, en los que se han identificado los grados de vulnerabilidad, las violaciones y las problemáticas que atraviesan los trabajadores.
Posteriormente, la organización concertó diálogos con el sector cafetero para desarrollar una “caja de herramientas para el abastecimiento socialmente sostenible, que hace referencia a unos pasos de un sistema de gestión que van desde comunicar estas problemáticas laborales hasta hacer adecuadamente el diagnóstico de causas raíz, el monitoreo y la selección de trabajadores cumpliendo estos estándares de responsabilidad social”, dice Andrés.
Actualmente, están implementando proyectos pilotos para probar las herramientas y los enfoques. Para esto se priorizaron tres países: “en México estamos trabajando temas de generación de capacidades alrededor de la problemática laboral. En Colombia nos estamos enfocando en temas de modelos de pago a trabajadores en cosecha alternativos y en Brasil nos estamos enfocando en reclutamiento ético de trabajadores para haciendas”.
A diario los caficultores y trabajadores se enfrentan a riesgos laborales durante la producción del café; por ejemplo, altas pendientes, terrenos escarpados, heridas por caídas, cortes o enfermedades por la exposición a plaguicidas y herbicidas.
Frente a estos peligros, la Organización Internacional del Trabajo ha mostrado un interés por promover iniciativas que mejoren la Seguridad Social en el Trabajo (SST) en la cadena de suministro del café en Honduras, México y Colombia.
Rodrigo Mogrovejo, asesor técnico del Fondo Visión Cero para América Latina, cuenta que antes de la pandemia, la SST no era una preocupación para los actores de la cadena del café. Tras la incidencia del virus en el sector café, la organización desarrolló la primera guía y protocolo frente al covid-19 para la caficultura.

El doble impacto de los programas de recolectores
Los programas para recolectores tienen un doble impacto ya que no solo benefician al recolector, el productor también recibe réditos.
La implementación de estos programas puede ser el comienzo para mejorar el rendimiento y la productividad de los recolectores. Si estos trabajadores reciben educación, asistencia técnica y mejores salarios, aumentan las probabilidades de que la recolección sobresalga por la calidad y que aumente el volumen. Asimismo, habrá mano de obra más especializada, que ofrezca distintos servicios a los productores y que agregue valor a su trabajo.
“Contamos con unos recolectores que se han capacitado, se han formado y se les ha dicho que, necesitamos hacer algo diferente, pero también necesitamos tener un producto diferente, para eso tenemos que hacer las prácticas culturales de una manera ideal. Dentro de esas prácticas que le hemos venido inculcando es que debemos ser más eficientes en la recolección, el beneficio, secado, almacenado y transporte”, añade Carlos.
“Los rendimientos promedio que hay en Latinoamérica son más bajos de lo que deberían estar. Hemos visto que los programas gubernamentales o que promueven los gremios han ayudado a estos incrementos de productividad en los últimos años pero todavía estamos lejos de los mejores estándares”.

Desafíos de estas iniciativas
Los programas para recolectores son iniciativas recientes, que apenas están ingresando en el imaginario de los productores y del sector café. En ese contexto, Carlos considera que el principal reto para que se sigan impulsando es cautivar a los caficultores, quienes normalmente ponen resistencia a proyectos nuevos porque temen que los resultados no sean positivos para su negocio.
Andrés considera que el reto clave será resolver la fórmula de cómo esos programas, que apenas impactan a un nicho de la población de trabajadores, se pueden masificar y convertir en un estándar para la industria.
Es decir, “cómo nos movemos de las fincas que están en nuestros pilotos a un sector, a una región. Siento que es un reto enorme en la sostenibilidad y aplica en el tema de cafés especiales, cafés que reciben sobreprecios. ¿Cómo hacemos que esos sobreprecios no sean solo un tema de microlotes?”.

Los programas para recolectores y trabajadores rurales son una oportunidad para que el negocio cafetero se fortalezca y, poco a poco, cierre las brechas de desigualdad que por años ha entorpecido el desarrollo de las comunidades cafeteras.
El impacto de estas iniciativas puede ayudar a mejorar la competitividad del sector, a mitigar riesgos y a brindar mejores condiciones de vida a los recolectores y sus familias.
La relación entre los actores de la cadena de suministro no solo debe girar en torno a la compra y venta de café, también debe impactar a las comunidades más vulnerables. Este principio marcará el futuro del café.
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Créditos de las fotos: Tatiana Guerrero.
PDG Español
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